PINTAS, AMULETOS Y VÍTORES: EL ESPÍRITU DE LOS SEGUIDORES BRITÁNICOS Y NEOZELANDESES
A medida que el Louis Vuitton 37ª America’s Cup avanza con Barcelona como impresionante telón de fondo, el entusiasmo se despliega más allá de las embarcaciones que compiten y se traslada a los apasionados seguidores que han llegado a la ciudad desde todas partes del mundo. De los fervientes vítores de los aficionados británicos a los animados cánticos de los neozelandeses, el ambiente es electrizante, y cada nacionalidad aporta su propio estilo único al evento.

Estos fieles seguidores, locales algunos pero en muchos casos llegados de muy lejos, ofrecen un espectáculo vibrante de orgullo nacional. Sus historias de rivalidad, camaradería y entusiasmo compartido que pueden escucharse cuando se reúnen en el Race Village y las FanZones añaden una dimensión muy enriquecedora a la competición, convirtiendo el paseo marítimo en una animada celebración de la cultura marinera.

Entre el mar de banderas y los aficionados que animan en la FanZone de Plaça del Mar, Anne, del Bucklands Beach Yacht Club, explica con orgullo que navega con el hermano de Peter Burling. Después de haber presenciado la Copa en San Francisco, es muy cautelosa: "Esto no acaba hasta que se acaba", indicando que las celebraciones esperarán hasta contar con un resultado seguro y que se hayan ganado las siete regatas. Una tradición muy querida en su club, y entre muchos kiwis, consiste en llevar calcetines rojos, un guiño a las supersticiones del difunto Sir Peter Blake, y que muchos creen que trae buena suerte al equipo.
Jan y Hamish, una pareja que también pertenecen al Bucklands Beach Yacht Club, comparten su entusiasmo por formar parte del segundo club náutico más grande de Nueva Zelanda. "Tenemos 30 socios aquí que lo están aprovechando al máximo", me dicen, mencionando con orgullo a Barbara Kendall, que ganó un oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. “Olvídate de los calcetines rojos” dicen; ellos tienen un poderoso amuleto de la suerte: una bandera con 40 años de antigüedad que ha sido testigo de muchas America’s Cups.

Atmósfera vibrante y rivalidad amistosa
El ambiente vibrante les hace sentir como en casa. La FanZone de la Plaça del Mar es mayoritariamente neozelandesa, y refleja la gran presencia de socios del Royal New Zealand Yacht Squadron (el más grande del país); de los 3.000 socios con los que cuenta, nada más y nada menos que 650 de ellos se encuentran en Barcelona, para la competición.

Reflexionando sobre sus viajes, Hamish afirma: "Nos encanta viajar. Nuestro país vecino más cercano es Australia y hablan inglés. Disfrutamos escuchando nuevos idiomas y empapándonos de la cultura". Después de la America’s Cup, planean explorar Italia, aprovechando al máximo su estancia en Europa.
Chris, un nómada digital británico de 40 años, que acaba de mudarse a Barcelona desde Argentina, descubrió la America’s Cup a través de unos amigos. "Ha sido genial venir aquí, estar cerca del mar y ver a tantos compatriotas", comparte. Su iniciación a este deporte ha sido reveladora y se siente privilegiado de presenciar la emoción del evento de primera mano. "No creo que hubiera venido a la playa tanto como lo he hecho desde agosto si los AC75 no hubieran estado aquí, es una delicia verlos".

Entre la multitud local que presenciaba el evento desde una de las muchas pantallas, conocí a Manel, un catalán de 34 años de Barcelona, cuya novia italiana es una de los más de 2.000 voluntarios que participan en la Louis Vuitton 37ª America’s Cup. "Ella es una fashionista de Milán, una apasionada de Prada y de Luna Rossa desde su infancia, así que para ella participar fue una elección obvia. Yo crecí junto al mar, pero no sabía mucho sobre la competición. Me ha encantado ver cómo se transforma mi ciudad; estoy muy orgulloso de la ceremonia de apertura y de toda la organización. Estoy especialmente orgulloso, de que esta edición haya sido la primera en la que las mujeres compiten en la Puig Women’s America’s Cup. No me he perdido ninguna prueba, y estoy apoyando al equipo de Nueva Zelanda, porque han mencionado que si ganan, considerarán Barcelona para la próxima Copa".
Lisa, que lleva un peluche kiwi, encarna la rivalidad amistosa que llena el ambiente. Le gusta ver la regata en la FanZone de la Plaça del Mar con amigos de Gran Bretaña y Nueva Zelanda.

Los fans bromean, y se ríen de costumbres pasadas en relación con el consumo de alcohol, señalando que hasta 1967, los pubs en Nueva Zelanda cerraban a las 6 p.m., dejándoles solo una hora para beber después de finalizar la jornada laboral. Este contexto histórico se añade a esta rivalidad lúdica, y bromean que los kiwis no solo podrían ganar esta prestigiosa copa, sino que además darían 100 vueltas bebiendo a cualquier británico.
Peter, un aficionado británico que ha navegado a varios eventos deportivos importantes este año, incluidos los Juegos Olímpicos de Marsella, reflexiona sobre la organización de la 37ª America’s Cup. "El puerto es acogedor y es la conclusión perfecta para mi gran año de viajes en velero", dice mientras ve la tercera regata 3 de la Louis Vuitton 37ª America’s Cup desde la playa en la Plaça del Mar. Él sonríe y agrega: "Será mejor que me ponga en la cola para tomar una pinta de consolación". ¿Tendrá Lisa razón sobre la superioridad Kiwi a la hora de beber?

Espíritu de competición y camaradería
En conclusión, el espíritu de competición y camaradería que comparten los seguidores británicos y neozelandeses trasciende la regata. A pesar de su distancia geográfica, estas dos naciones están unidas por un rico patrimonio marítimo y una pasión compartida por la navegación. Ambos grupos exhiben un entusiasmo contagioso que alegra el evento, demostrando que, gane quien gane, la verdadera victoria radica en su capacidad para celebrar juntos las tradiciones náuticas.

Desde calcetines de la suerte que simbolizan la esperanza, hasta el reconfortante ritual de tomarse una pinta después de cada prueba, estas tradiciones mejoran la experiencia y fomentan las conexiones. Con sus acentos y tradiciones propias, los aficionados crean una atmósfera única que eleva la America’s Cup, recordándonos a todos el poder del deporte para conectar a personas de diferentes rincones del mundo.
Damiana Casile
Voluntaria
Traducción al castellano: Olga Santos Canelles, voluntaria